Una anciana desnuda es la protagonista de esta animación digital que reflexiona sobre la naturaleza humana y el deterioro imperante de los valores morales. Con un tratamiento ambiguo de gran eficacia que mezcla ironía y compromiso en el tono, el artista pone en labios de la mujer un emotivo discurso que incita al espectador a reconducir su vida hacia la pureza del corazón y los nobles sentimientos de amor al prójimo, apartándose del egoísmo, del despilfarro y de la precariedad ética.
Arregui ha contado de nuevo con la voz de Elsa Fábregas, dobladora de las actrices clásicas de Hollywood, para interpretar el texto que escribió, repleto de niveles de significación.
El autor diseña un personaje de una edad alejada de los prototipos de heroina, en este caso una octogenaria de cuerpo avejentado que descendiendo una escalera infinita y sometida a las fuerzas de un enfático vendaval se dirige a su amigas y al espectador, para proponernos reconducir la vida hacia la bondad, la honradez, la serenidad, y la rectitud de espíritu.
Como en otras de sus piezas, por una parte nos encontraríamos con una lectura literal que nos pone al aviso de la decrepitud de los valores positivos en la actualidad, entregados como estamos a un capitalismo exacerbado que se ensalza y justifica desde los medios; y por otra, el tratamiento melodramático de la oratoria de la viejecita nos recuerda la facilidad para fabricar, con las herramientas adecuadas, estas proclamas frecuentemente bañadas en hipocresía.
Otro aspecto interesante es considerar al personaje en su propia naturaleza, la digital, desde la que se nos presenta sumido en cierto vacío existencial, en una suerte de existencialismo: “estoy en el mundo y no sé muy bien por qué ni para qué… aun siendo una imitación, que algún ridículo sentimental ha traído a este mundo”…”Aquí me quedo, suspendida en el tiempo”