Irresistiblemente bonito establece un juego poético entre realidad y reflejo virtual, tiene como eje central a Vanesa Jiménez, una chica efectada por una enfermedad degenerativa que hace extremadamente frágiles todos sus huesos conocida como “la niña de los huesos de cristal”. Vanesa alcanzó cierta popularidad en televisión a través de varios programas de testimonios que la proponían como ejemplo de superación personal. Sin entrar a juzgar la naturaleza de este tipo programas y su eficacia práctica para el futuro de la protagonista, lo que a Arregui le interesa es investigar los mecanismos de conversión de un personaje real en su copia mediatizada. De igual modo, la pieza evidencia la comprometida posición del artista en torno a lo corporal, las minorías y el desafío a la normalidad.
Formalmente Irresistiblemente Bonito se compone de dos proyecciones de vídeo de alta definición enfrentadas. Una de ellas, muestra la grabación circular de la Vanesa real, con su cuerpo apoyado sobre un puff, y ataviada con una prenda simple de color carne que deja ver su anatomía sin recurrir a la desnudez. En la otra, una imagen virtual de Vanesa de las mismas características gira ante su referente cual reflejo sincrónico. Las palabras del pequeño poema que recita, compuesto por el artista y la propia Vanesa y de donde se extrae el título de la obra, dicen lo siguiente: “Bonita melena, bonitos bebés, bonito mundo, irresistiblemente bonito. Chica, tú eres la auténtica encantadora, radiante, sensible y linda. Un reflejo, fantasía digital, un tanto retorcida para uso popular. Sentimental, un drama personal, todo realidad profunda para este gran Museo. Vivir la vida, aprender las cosas, seguir adelante, amigas para siempre.”
Las décadas de los 80 y 90 trajeron consigo toda una serie de desplazamientos críticos dentro del ámbito feminista que se cristalizaron en la emergencia de micro-movimientos políticos y discursivos como los estudios transgénero y los disability studies (estudios de la discapacidad). Estos nuevos movimientos –que como apunta la teórica Beatriz Preciado, emergen de una lectura post-foucaultiana de las teorías del feminismo– han resituado las nociones de cuerpo, representación y subjetividad en el centro de todo un conjunto de instituciones relacionadas con la producción de identidades normativas, en las que el museo tendría una posición central. Esas palabras agridulces de Vanesa no sólo denotan su consciencia en cuanto objeto de la representación, sino que parecen señalar al museo como espacio privilegiado de producción, fijación y consumo de visual.
Pese a la aportación reciente a las políticas identitarias de las teorías posfeministas, el cuerpo y su imagen siguen estando supeditados a un complejo entramado de relaciones de poder. La publicidad, los mass media, las industrias del entretenimiento, o los avances científicos, son tan solo algunos de los factores que condicionan su apariencia. Frente a su normalización y creciente espectacularización, Arregui propone una fantasía videográfica en torno a otro cuerpo, el de Vanesa, igual de real e igual de producido que el resto, generando una mayor conciencia de lo corporal como realidad plural y contribuyendo a la reflexión en torno a las técnicas e instituciones que reglan sus usos.