Manu Arregui presenta una exposición formada por tres trabajos condensados en un montaje que propone una narrativa.
La primera de las piezas está compuesta por tres filas de cortinas que dividen el pabellón que ocupan y ondean por la fuerza de una turbina activada por el público a través de una célula fotoeléctrica. La liviandad de los visillos contrasta con la fuerza del ventilador, ambos componen un artefacto que funciona bajo parámetros formales habituales en el artista: la volatilidad y el movimiento sinuoso, creando un escenario simplificado propio de la literatura romántica goticista, desencadenante del terror psicológico. Una fantasmagoría cuya espectral fuerza motora es revelada al espectador.
“Objeto Escalonado” es una escultura con una longitud de 4,5 y una altura de 3,5 metros, su estructura es la de una escalera cuyos peldaños menguan a lo largo de una trayectoria zigzagueante, como un trompe l’oeil arquitectónico que fuga hacia el infinito. El perfil de la pieza funde el afacetado característico de los polígonos en los objetos en tres dimensiones del mundo digital con el perfil abrupto propio de los precipicios. Nuevamente Arregui establece relaciones entre mundos virtuales e iconografía romántica. También extiende el concepto de su serie “Objeto Singularísimo” incluyendo una inscripción extruída con una URL que enlaza con el modelado original colocado en Internet, estableciendo un juego poético entre tangible e inmaterial y poniendo así en cuestión las relaciones entre tecnología, propiedad intelectual y la fetichización característica del mercado del arte.
Completa la exposición “Streaming”, un trabajo videográfico protagonizado por un muchacho de aspecto andrógino que cae al vacío evolucionando entre un abrupto descenso y unos delicados movimientos de baile, interrumpido en ocasiones por el icono de “descargando” característico en el visionado de audiovisuales en Internet. Las distorsiones de píxeles propias de los códecs de compresión de estos vídeos también son utilizadas por el autor para ofrecer esa textura particular del mundo digital en el presente. Arregui continúa su investigación en torno a las tensiones entre lo real y lo virtual, en un momento de la creación podemos ver al personaje interactuando con un ordenador, operando con una representación de sí mismo en un portal donde se comparten vídeos, incorporando una confesión escrita que nos sugiere que está hecha después de su muerte.
El andrógino aspecto del protagonista, la fragilidad de sus poses y el ambiguo tratamiento del suicidio hacen que pensemos en el desajuste del individuo frente a los procesos de masculinización que exige la sociedad, en los movimientos políticos vinculados a la liberación de las minorías, la reflexión sobre el cuerpo y el desafío a la normalidad que el artista lleva tratando desde el inicio de su trayectoria.